La mayoría de los niños chilenos hasta mediado del siglo pasado no tuvieron infancia, porque era costumbre que desde muy temprano comenzaran a trabajar en distintos oficios y, particularmente en el oficio que ejercía el padre.
Chile como país minero, abrió en nuestro Norte las oportunidades laborales para cientos de pequeños que estaban obligados en desarrollarse y desempeñarse forzosamente como hombres. En la época del salitre y en plena producción del oro blanco, hasta la década de 1930, hubo gran mano de obra infantil trabajando para los distintos cantones salitreros. Ellos eran conocidos popularmente como “Matasapos”, ya que estaban encargados de golpear las colpas de salitre que no ingresaban por los harneros; por lo que su misión era reducirlos a golpes. A medida que crecían en edad y acorde a su rendimiento y capacidad, ingresaban como carrilanos y algunos más letrados y buenos para las matemáticas escalaban como administrativos; mientras ascendías laboralmente de escalafón, otros niños igual a ellos ingresaban a ocupar esos espacios de “matasapos” iniciándose oficialmente a la vida laboral .
Los “matasapos” le dieron identidad a la sacrificada vida que llevaban los hijos del salitre, que en su mayoría morían a temprana edad como consecuencia de las enfermedades de la época y pandemias y, entre esas: la tuberculosis y el cólera.