Con la idea de poder rescatar el patrimonio histórico de Huantajaya, el Seremi de Minería Gonzalo Vidal, junto al Director Regional del Servicio de Geología y Minería, Juan Ardiles acompañados del historiador Jorge Reyes, visitaron este primer yacimiento metálico productor de plata que hubo en la zona y, que está ubicado a 20 kilómetros al interior de Iquique en las planicies de la Cordillera de la Costa.
El distrito donde está emplazado Huantajaya, data de la época incaica. Abarca dos zonas delimitadas las cuales comprenden las minas Huantajaya y Santa Rosa, ambas se encuentran en el sector montañoso a 750 Km de altitud, en un sector que cuenta con profundos piques mineros.
Con el firme propósito de recuperar este patrimonio minero, es que ambas autoridades del sector recorrieron el lugar para analizar la posibilidad de proyectar Huantajaya como potencial beta turística. “Estar aquí nos permitió conocer en terreno lo que fue este asombroso yacimiento minero, el cual fue parte del desarrollo de nuestra región, permitiendo el crecimiento de toda esta zona. Además gracias a esta visita pudimos constatar el estado de cómo se encuentra el lugar y evaluar cómo podríamos generar instancias para poder potenciar el turismo minero en la zona”.
HUANTAJAYA
Como es tradicional en Chile, los testimonios patrimoniales de la minería al igual que el salitrero, no fueron protegidos cuando debió ocurrir y, el pasar de los años y el vandalismo terminó con ellos, como ocurrió con otro importante mineral de plata: Chañarcillo en la región de Atacama.
Hoy sólo recuerdos e historia . El escritor Bermudez Miral lo sugería en 1960 “Huantajaya es sólo un fantasma en lo alto y dentro del territorio iquiqueño; la sombra de sí mismo, como un recuerdo difuso e inprecisos atrapado entre los cerros de la pampa tarapaqueña, acosado por el olvido, por las cadenas de la riqueza perdida y por las historias de apariciones espectrales que se negaron a partir del triste más acá”.
Huantajaya, según los historiadores, fue la mina de plata más importante de Tarapacá, que con su riqueza hizo crecer todos los pueblos interiores, que eran mucho más grande incluso que la aldea colonial de Iquique, que por aquellos años era habitada sólo por un puñado de changos dedicado a la pesca.
El Huantajaya de entonces contaba con su iglesia (el edificio más alto del poblado, al final de su calle principal), escuelas, pulperías, fondas, negocios menores, herrerías, corrales para animales y correo. Llegó a tener hasta tres cementerios.