Por GASTÓN FERNÁNDEZ MONTERO, abogado y académico, Universidad de Chile.- En los últimos años, el mundo ha sido testigo de una creciente demanda por minerales estratégicos, esenciales para la transición energética y el desarrollo tecnológico. Entre ellos, los elementos de tierras raras —un grupo de 17 minerales con propiedades únicas— se han convertido en piezas clave para la fabricación de autos eléctricos, turbinas eólicas, paneles solares, baterías de alto rendimiento y dispositivos electrónicos avanzados.
Chile, reconocido globalmente por su liderazgo en la producción de cobre y litio, podría tener una nueva carta bajo la manga: el potencial descubrimiento y aprovechamiento de tierras raras en el desierto de Atacama.
Aunque aún no contamos con una explotación industrial de estos elementos, diversos estudios geológicos y exploraciones preliminares han identificado indicios prometedores en salares y zonas volcánicas del norte del país. En particular, los salares de Atacama, Maricunga y Pedernales, así como ciertas arcillas y depósitos asociados a rocas ígneas, podrían albergar concentraciones económicamente viables de lantano, neodimio, disprosio y otros elementos críticos.
El interés no es menor. Hoy, más del 80% de la producción mundial de tierras raras está concentrada en China, lo que genera una fuerte dependencia geopolítica y vulnerabilidad en las cadenas de suministro globales. En este contexto, Chile —con su estabilidad institucional, experiencia minera y marco jurídico consolidado— podría posicionarse como un proveedor confiable y sostenible de estos recursos.
El potencial económico es significativo. La valorización de estos elementos en el mercado internacional ha crecido sostenidamente, y su incorporación en tecnologías limpias los convierte en insumos estratégicos para los próximos 30 años. Además, su extracción podría generar empleos calificados, inversión en investigación y desarrollo, y encadenamientos productivos con alto valor agregado.
Sin embargo, no todo es promesa. La explotación de tierras raras plantea desafíos ambientales y sociales que deben abordarse con responsabilidad. Muchos de estos elementos se encuentran en matrices complejas que requieren procesos químicos intensivos, con riesgos de contaminación si no se aplican tecnologías limpias y regulaciones estrictas. Asimismo, es fundamental respetar los derechos de las comunidades locales y garantizar una distribución equitativa de los beneficios.
Chile tiene la oportunidad de aprender de las experiencias internacionales —positivas y negativas— y diseñar un modelo de desarrollo que combine eficiencia económica, sostenibilidad ambiental y justicia territorial. Para ello, se requiere una visión de largo plazo, inversión en ciencia aplicada, y una gobernanza minera que promueva la transparencia y la participación ciudadana.
¿Hay tierras raras en Atacama? Todo indica que sí. La pregunta clave es si sabremos descubrirlas, valorarlas y gestionarlas con inteligencia. El futuro energético del planeta podría depender, en parte, de lo que hagamos hoy en nuestro desierto.


