DAVID LOWELL: EL GEÓLOGO QUE DESCUBRIÓ ESCONDIDA Y EL ALMA MINERA DE CHILE

Por Gastón Fernández Montero

En el año 2000, tuve el privilegio de compartir una jornada inolvidable con David Lowell, el legendario geólogo norteamericano que cambió para siempre el destino minero de Chile. Nos tomamos una foto en Santiago, durante una de sus visitas al país, en un encuentro que combinó ciencia, historia y visión de futuro. Esa imagen, que hoy conservo con gratitud, captura más que un momento: es el testimonio de una visión compartida.

Lowell no solo descubrió La Escondida, el mayor yacimiento de cobre del mundo. Descubrió también el alma minera de Chile, cuando aún no era evidente. Su modelo de pórfido cuprífero —el famoso Lowell-Guilbert— no fue solo una herramienta técnica, sino una brújula para generaciones de geólogos. Con él, aprendimos a leer la tierra como un texto, a interpretar sus alteraciones como capítulos de una historia profunda.

David Lowell, dejó un legado de importantes yacimiento productores de cobre en distintos países del Continente.

A lo largo de su carrera, Lowell descubrió 17 yacimientos de clase mundial, entre ellos San Cristóbal en Bolivia y Pierina en Perú. Pero fue en Chile donde su genio encontró su mayor expresión. En los años 80, cuando pocos apostaban por el potencial del norte chileno, él vio lo que otros no veían: un sistema mineral oculto bajo la pampa, esperando ser revelado. Así nació La Escondida.

SU PRIMER CONTACTO CON LA GEOLOGÍA

Nacido en 1928, Lowell tuvo su primer contacto con la geología a los siete años, buscando hierro en una mina que su padre administraba en Brasil. Esa experiencia marcaría su destino. Estudió ingeniería en minas en la Universidad de Arizona y se doctoró en geología en Stanford en 1956. Su carrera lo llevó a recorrer el mundo, desde América Latina hasta Asia, siempre con una brújula en el bolsillo y una intuición afilada para leer la tierra.

El abogado y productor minero Gastón Fernández, junto al descubridor de Escondida, el geólogo, David Lowell.

EL MODELO LOWELL- GUILBERT Y LA REVOLUCIÓN DEL PÓRFIDO CUPRÌFERO

En los años ‘70, junto al geólogo John Guilbert, Lowell desarrolló un modelo geológico que cambió para siempre la exploración de cobre: el modelo de zonación de pórfidos cupríferos. Este esquema permitió identificar patrones de alteración hidrotermal en torno a intrusivos, facilitando la predicción de cuerpos mineralizados a gran profundidad. Fue una herramienta clave para múltiples descubrimientos posteriores.

LA ESCONDIDA. UNA INSTITUCIÓN COMPARTIDA

En los años ‘80, Lowell lideró un programa de exploración en el Desierto de Atacama junto al geólogo chileno Francisco Javier Ortiz Olivares. Ambos compartían la convicción de que las condiciones geológicas del sector auguraban un gran hallazgo. En 1981, tras perforaciones sistemáticas, confirmaron la existencia de un gigantesco pórfido cuprífero: La Escondida, que hoy representa más del 5% de la producción mundial de cobre.

UN LEGADO DE DESCUBRIMIENTOS

A lo largo de su carrera, Lowell participó en el hallazgo de 17 yacimientos de clase mundial, incluyendo San Cristóbal en Bolivia y Pierina en Perú. Su récord sigue siendo inigualado. Fue consultor de grandes compañías y fundó sus propias empresas de exploración, siempre con una ética profesional y una pasión por la ciencia que lo distinguieron.

CHILE EN SU CORAZÓN

Lowell no solo dejó huella en el subsuelo chileno, sino también en su gente. Quienes lo conocieron —como tú, Gastón— destacan su humildad, generosidad y capacidad de inspirar. Fue un puente entre la geología aplicada y la exploración con propósito. Su fallecimiento en 2020, a los 92 años, fue lamentado por toda la comunidad minera.

Lo que más me marcó de Lowell no fue solo su genio técnico, sino su humildad y claridad ética. En nuestras conversaciones, hablaba de la geología como un arte de la paciencia, del respeto por los procesos naturales, y de la necesidad de que la minería sirviera al desarrollo humano, no solo al lucro. Su mirada era global, pero su compromiso con las comunidades locales era tangible.

Hoy, cuando Chile debate el futuro de su minería, recordar a Lowell no es un ejercicio nostálgico. Es un llamado a “meterle inteligencia a las piedras”, como suelo decir. A combinar ciencia, ética y visión estratégica. A formar nuevos Lowell chilenos, capaces de descubrir no solo minerales, sino caminos hacia un desarrollo más justo y sostenible

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