Como “un robo a la región de Atacama”, calificó la Presidenta de la Comunidad Colla Pai Ote, Ercilia Araya, a las compensaciones que dejan los contratos especiales de operación de litio de Enami y Codelco”, denunciando que “Atacama sigue siendo zona de sacrificio. El litio que aquí se extrae, ese mismo que alimenta los autos eléctricos y las promesas del “futuro verde”, deja riquezas incalculables en manos del Estado central, las grandes empresas y sus ejecutivos, mientras a la región que lo produce apenas llegan migajas”.
La Comunidad denuncia que “los contratos actuales del litio en Atacama, firmados por Codelco y Enam, destinan apenas 0,24 % de las ventas a las comunidades indígenas y 0,2 % al Gobierno Regional” La Presidenta de la Comunidad Pai Ote señala que “hechos los cálculos con el Ministerio de Minería en consulta indígena, teniendo en cuenta 20 mil toneladas al año de litio en Maricunga (Alianza Codelco-Río Tinto) y las mismas toneladas en el Proyecto Siete Salares (Alianza Enami-Río Tinto), a 10 mil dólares la tonelada de litio, al Gobierno regional de Atacama le llegará la suma de 14 a 20 millones de pesos al mes en etapa de explotación. Todo lo demás se va al Fisco, a gastarse en el resto del país. Nos preguntamos qué hace una región como Atacama con tan poca plata, alcanza con suerte para 3 doctores especialistas. No habrán carreteras, hospitales, viviendas, no habrá para la tercera edad, escuelas, becas. En Atacama no hay angiografías, si a Ud. le da paro al corazón, debe ir en ambulancia 6 horas a Antofagasta o a La Serena. Tenemos miles de niños sin matrícula, familias sin casas, ancianos abandonados. No entendemos a este gobierno, que prometió justicia territorial, y entrega esta miseria”.
Ercilia Araya ,señala que “las comunidades que participaron de la consulta recibirán aportes durante la etapa de exploración (20 millones de pesos por una sola vez) y obtención de la aprobación del proyecto (50 millones por una sola vez), más el 0,24% de las ventas netas (cerca de 7 millones de pesos al mes durante la explotación), lo que es una miseria comparado con los 15 millones al mes que gana un Gerente y Director de Enami, sin contar bonos. Las comunidades están compuestas por decenas de familias, mientras que un gerente o director de Enami o de Codelco reciben tales cantidades para una familia. No obstante, la injusticia que padecemos no se compara a la injusticia de la región de Atacama. Nos dijeron que era litio, pero parece la devolución del vuelto del pan para la Región”.
En contraste, en la vecina Región de Antofagasta, los porcentajes alcanzan entre 1 % y 3,5 %, multiplicando por siete los beneficios regionales y comunitarios. Solo Albemarle, por ejemplo, aporta 3,5 % de sus ventas anuales -cerca de 150 millones de dólares al año- al Consejo de Pueblos Atacameños y fondos locales”.
“Nos dijeron que el litio sería la oportunidad del siglo, pero hoy es la prueba más clara de que a Atacama siempre le toca perder”, declara Ercilia Araya, presidenta de la Comunidad Colla Pai Ote. “Enami, Codelco y Río Tinto se llenan los bolsillos y el Estado mira hacia otro lado. Somos la región que pone los salares, el agua y el territorio, pero seguimos recibiendo menos de lo que cuesta un par de camionetas mineras.”
Ercilia Araya denuncia que “el Ministerio se esconde detrás de las faldas de la consulta a las comunidades. Quiero señalar que nosotros aceptamos algunas cláusulas, otras las rechazamos, y en las actas señalamos expresamente que los porcentajes para la región de Atacama eran miserables, y que constituían un robo a la región, expresamente dijimos que esto constituye un fraude al pueblo y sus aspiraciones a desarrollarse. La consulta indígena sigue siendo un instrumento de imposición. Si nosotros rechazamos un artículo del contrato, da lo mismo, porque la ley le permite al Estado hacer lo que quiera”.
CENTRALSMO EXTRACTIVO
La Comunidad Colla Pai Ote denuncia que “el llamado nuevo ciclo del litio repite el viejo patrón del centralismo extractivo, donde las decisiones se toman lejos y los beneficios nunca vuelven. De cada 100 pesos que genera el litio, menos de cincuenta centavos quedan en la región. El resto se va a Santiago, o al extranjero mediante la minera Río Tinto”.
“Esto ya no es solo un problema de las comunidades indígenas. Es un abuso contra toda la gente de Atacama”, afirma Ariel León, asesor de la comunidad. “Doy fe que en las consultas indígenas peleamos por aumentar los porcentajes, incluso por que nos dieran las razones de porqué solo en 0,24% o el 0,2 de las ventas. Nunca nos dieron la respuesta, el fundamento. No hubo transparencia, hubo imposición y arbitrariedad. Desde el Ministerio de Minería se quejan de nuestras críticas, se enojan porque presentamos demandas judiciales, ni la libertad de expresión les gusta”.
SIN AGUA, SIN TRABAJO Y SIN INVERSiÓN
Ercilia Araya agregó que “mientras se llenan los discursos con palabras como transición energética o justicia ambiental, acá seguimos sin agua, sin trabajo estable y sin inversión pública. El litio de Atacama está pagando los bonos de los gerentes, los sueldos de funcionarios del Estado y los yates y mansiones de grandes familias en Europa, no el desarrollo de nuestra región.”
La comunidad hace un llamado a toda la población de la región —a sus trabajadores, estudiantes, dirigentes sociales, autoridades y vecinos— a “exigir justicia territorial, a que el litio sirva para mejorar la vida Y no para enriquecer a otros, porque la verdadera transición que Chile necesita no es energética, sino moral: que el desarrollo deje de medirse en millones exportados y empiece a medirse en escuelas, hospitales, caminos y agua limpia para su gente”.
“Hago un llamado a los hijos de Atacama, a los sindicatos, gremios, asociaciones de funcionarios, a los senadores, diputados, Cores, alcaldes y concejales, a las fuerzas vivas de la región a que pidan explicaciones al Gobierno central, Ministros y Presidente, y a sus propios candidatos presidenciales, porque nuestra región produce el litio, pero parece que no el bienestar. Si esto no cambia ahora, lo que quedará será un desierto sin futuro y un pueblo cansado de esperar”, concluye Ercilia Araya.