POR MARÍA LUISA GALÁN RUIZ, PERIODISTA: Pedro Herrera no dudó en sumarse cuando Minera El Abra abrió las postulaciones para “El Abra en Acción”, programa que financia actividades de voluntariado corporativo. En temas de ayudar al prójimo tenía experiencia. En los años ´90, cuando era estudiante universitario, fue voluntario en el Hogar de Cristo en el proyecto “Niños de la Calle”. Treinta años después, decidió volver a aportar a la Fundación.
Pedro sumó a dos colegas: Antonio Pereira y César Galleguillos. También llamó a su amiga Patricia Siglic, trabajadora social que lideró “Niños de la calle”, cuando él fue voluntario. Y, naturalmente, convocó a Andrea Cox, la Jefa Territorial de Operación Social del Hogar de Cristo en Antofagasta. Juntos levantaron las necesidades de los programas de la fundación en el territorio. Con esa indagación y apoyo profesional, Pedro y sus compañeros presentaron un proyecto para la Hospedería de la Fundación en la ciudad, el que se tituló: “Dormitorio para Adultos Mayores en Continuidad de Tratamiento Médico Estabilizado”.
El grupo de El Abra se bautizó como “Los con Sentidos” y en su iniciativa, argumentaron que este espacio era necesario, dada la pandemia y la crisis previsional chilena. En su documento de presentación, se lee: “Hogar de Cristo de Antofagasta desea aportar a esta emergente realidad para la cual necesita tener un espacio de mayor calidad y acondicionamiento para acoger a personas en calle y situación de abandono convalecientes, estabilizados pero con continuidad de tratamiento”.
En el documento, la argumentación sigue: “La propuesta es reacondicionar un dormitorio de la Hospedería del Hogar de Cristo con 12 camas, colchones y ropa de cama; y una zona de enfermería para dar una atención básica, educación, consejería y atención de personal de salud, voluntarios y alumnos en práctica”.
Trece proyectos se adjudicaron fondos gracias a “El Abra en Acción”, entre ellos el del grupo “Los con sentidos”. “Es la primera vez que participábamos. Cometimos errores porque yo quería más plata. Pero no es malo lo que logramos. Con mis colegas nos reuníamos en la pega, revisábamos las cotizaciones. El que ejecutó las obras es una persona de la calle que hoy tiene su empresa, factura y toda la cosa”, comenta con orgullo Pedro, que hace diez años trabaja en El Abra.
“Es un deber cuando uno tiene la posibilidad de devolver la mano a la gente que más lo necesita. Vengo de una familia de escasos recursos, mis papás fallecieron cuando era chico, entonces me tocó vender en la feria y muchas cosas. Gracias a Dios, hubo gente que me alentó a entrar a la universidad, terminar mi carrera y poder tener un buen trabajo. Entonces uno sabe lo que ocurre allá abajo, por decirlo de una forma. Es distinto cuando se habla de indicadores, que son macros, a sentir el dolor, la necesidad o la angustia que tienen esas personas. El dar a uno le llena el corazón. Me siento feliz”, dice Pedro sobre su motivación a presentar este proyecto.
-¿Qué te motivó a ser voluntario en los años ’90?
“Estaba entrando en la universidad. Siempre he trabajado en esto. En mi población, en Viña del Mar, trabajaba como catequista, en la Iglesia se hacían cosas de beneficencia. Y como me vine solo a Antofagasta, iba por fuera del Hogar de Cristo, entré y pregunté si podía ser voluntario. Ahí me encontré con Patricia Siglic que estaba partiendo con el proyecto Niños de la Calle”.
-¿Qué hacías en ese proyecto?
“En Niños de la Calle buscábamos a los que vivían en rucos y les llevábamos una taza de té. Salíamos en las noches. Buscábamos en las caletas, en el puerto, en los roqueríos y entre medio nos iban dando datos de dónde había niños. Entonces íbamos a atenderlos y ver por qué estaban ahí. Los asistentes sociales levantaban una red de ayuda para sacarlos de ahí”.
-¿Hoy sigue habiendo niños en la calle en Antofagasta?
“Hoy hay otro tipo de problemas. Lo que quisimos atacar es la hospedería del Hogar de Cristo, donde algunos de los que llegan tienen problemas psiquiátricos, de drogadicción y a veces hacen crisis y no existía una enfermería donde atenderlos”.
Pedro, junto a sus colegas, quiere seguir con más proyectos en la región y sabe que cuenta con el apoyo de la empresa donde trabaja. “La minera quiere ser un agente de cambio en la comunidad”, dice. A propósito, en su sitio web, informan: “El programa “El Abra en Acción”, que tiene como uno de sus principales objetivos construir relaciones fuertes y de apoyo mutuo de largo plazo entre las comunidades locales, la compañía y sus colaboradores, busca también potenciar a líderes positivos al interior de los equipos de la compañía y reconocer la labor social que desempeñan”.
Desde Hogar de Cristo, Andrea Cox, comenta que este tipo de proyectos permite a la fundación avanzar en remodelaciones que, por falta de recursos, no estaban priorizados. “Son cosas que idealmente deberíamos hacer, pero por falta de fondos no las hacemos y estos aportes nos ayudan a que se pueda avanzar en ellas. Es una posibilidad de contar con mantención y son recursos que no tenemos. Con este proyecto pudimos pintar, poner cortinas, hacer mejoras que marcan la diferencia en los espacios. Estamos muy agradecidos de El Abra. Es un sello de responsabilidad social que sus trabajadores se involucren con las necesidades de la ciudad”, dice.