Por HUGO OLMOS NARANJO, Académico Depto. de Ingeniería en Minas, Universidad de Atacama.- El 11 de Abril de 2025 se conmemoran 168º años desde la fundación de la Escuela de Minas de Copiapó, génesis de la actual Universidad de Atacama. Esa fecha no sólo representa un hito para la región, sino también para la historia de la minería chilena, pues marca el inicio de la Enseñanza Técnica y Profesional Minera en el país. Es un aniversario que no debe pasar inadvertido, ya que conmemora el surgimiento de una institución pionera, que ha sido cuna de generaciones de profesionales quienes han aportado al desarrollo minero nacional e internacional.
Fundada en 1857, la Escuela de Minas de Copiapó fue la primera institución en Chile dedicada exclusivamente a la formación de ingenieros y técnicos en minería, metalurgia y geología. Su creación respondió a una necesidad urgente de mediados del siglo XIX: profesionalizar una actividad que, si bien era ya fundamental para la economía del país, carecía de conocimientos científicos y técnicos sistematizados. La región vivía el auge de la minería de la plata, impulsado por el descubrimiento del mineral de Chañarcillo en 1832, lo que transformó a Copiapó en un polo de desarrollo económico y social. Fue en ese contexto que surgió la Escuela de Minas como respuesta estratégica del Estado y del sector productivo para profesionalizar una labor que requería más que intuición y oficio: necesitada de ciencia aplicada, tecnología, y sobre todo, formación de capital humano capacitado.
La educación minera no fue un lujo, sino una necesidad estratégica.
A lo largo de sus 168º años de academia, esta Casa de Estudios Superiores ha sido testigo y protagonista de múltiples transformaciones. La Escuela de Minas, con sus característicos talleres, laboratorios y sus aulas impregnadas del polvo de la tierra, fue durante décadas sinónimo de excelencia técnica. Allí se forjaron generaciones de hombres —y, en décadas más recientes, también de mujeres— que aprendieron a conocer la roca, a respetar la montaña y a entender la minería no sólo como una fuente de riqueza, sino como una disciplina que exige responsabilidad, ética y compromiso social.
Con el paso del tiempo y en respuesta a los desafíos del desarrollo nacional, la Escuela se transformó en sede universitaria, primero como parte de la Universidad Técnica del Estado y luego, en 1981, como Universidad de Atacama. Este cambio no significó una ruptura con su tradición minera, sino una expansión de su misión educativa. La Universidad de Atacama heredó el espíritu práctico y la identidad técnica de la Escuela de Minas, pero también incorporó nuevas áreas del conocimiento, ampliando su oferta académica y su aporte a la región y al país.
Quienes hemos tenido el privilegio de formar parte de esta institución, ya sea como estudiantes, docentes, investigadores o administrativos, sabemos que la Enseñanza Minera en Copiapó va más allá de los libros y de los laboratorios. Se trata de una cultura, de un legado que se transmite de generación en generación, y que lleva consigo el orgullo de una historia única. Es una enseñanza que combina conocimiento técnico con identidad territorial; que reconoce en el desierto, en la cordillera y en sus comunidades, un aula viva.
En estos 168 años, miles de profesionales formados en sus aulas han partido desde Copiapó hacia todos los rincones del país y del mundo, llevando consigo no sólo conocimientos, sino también valores: rigor, esfuerzo, resiliencia y compromiso con la seguridad y el desarrollo sostenible. No es casual que desde las grandes faenas del Norte hasta los yacimientos más australes, desde la pequeña minería artesanal hasta los complejos mineros de clase mundial, hay una presencia constante de profesionales formados en Copiapó, cuyo sello es reconocible por su liderazgo, rigurosidad, compromiso y conocimiento de terreno.
Hoy, en un contexto donde la minería enfrenta complejos desafíos —desde el cambio climático hasta la automatización, desde la relación con las comunidades hasta la transición energética— la formación de profesionales integrales es más relevante que nunca. La Universidad de Atacama, con su trayectoria y con el espíritu forjado en la Escuela de Minas, tiene un rol clave que seguir cumpliendo. No sólo como formadora de capital humano, sino también como generadora de conocimiento, innovación y diálogo con el entorno.
Este aniversario es, por tanto, una oportunidad para mirar hacia atrás con orgullo, pero también hacia adelante con responsabilidad. Es momento de agradecer a quienes han construido esta historia —estudiantes, profesores, trabajadores, autoridades— y de renovar nuestro compromiso con la excelencia, la equidad y la sustentabilidad.
La Enseñanza Minera en Copiapó no es sólo una tradición: es una reserva viva de conocimiento, experiencia y pertenencia. Celebrar sus 168 años es también reafirmar que el futuro de la minería chilena necesita seguir bebiendo de sus fuentes. Y que desde el corazón del desierto, con sus cielos diáfanos y su tierra rica en minerales y memoria, se seguirá forjando el porvenir.
Celebrar 168 años no es simplemente mirar atrás con nostalgia. Es también reconocer un legado vivo que sigue vigente y proyectarse con claridad hacia el futuro. Significa valorar el trabajo de generaciones de profesores, estudiantes, técnicos, administrativos y colaboradores que han construido esta historia con vocación, muchas veces en silencio, en condiciones difíciles, pero siempre con la convicción de estar aportando al desarrollo del país desde una región históricamente minera.
Desde las aulas y laboratorios de Copiapó, con la cordillera como horizonte y el desierto como laboratorio natural, se ha formado y seguirá formando el capital humano que necesita la minería del mañana. Esa es nuestra promesa y nuestra responsabilidad, porque la enseñanza minera no es sólo una profesión. Es, en su más profunda esencia, una manera de entender el territorio, de entender el lenguaje de la roca, de respetar la historia y de construir futuro.
Copiapó, 1 de Abril de 2025